9 de marzo de 2011

Morsa

CLASE: Mamíferos
ORDEN: Pinnípedos
FAMILIA: Odobénidos
GENERO Y ESPECIE: Odobaenus rosmarus

Animal semiacuático de gran tamaño que habita en los mares árticos. Existen tres subespecies: la morsa del Atlántico (Odobenus rosmarus rosmarus), la del Pacífico (Odobenus rosmarus divergens) y la del mar de Láptev (Odobenus rosmarus laptevi). La población mundial de morsas se calcula en unos 250.000 ejemplares.

La palabra española "morsa" procede del lapón o del finés, y llegó al español a través del francés o del inglés. En esta última lengua, sin embargo, la palabra más antigua, "morse", cayó en desuso, y fue sustituida por la actual, "walrus", que procede del danés "hvalros", que significa "ballena-caballo" o "vaca de mar", y es común a otras lenguas germánicas. Los esquimales la llaman "aivik" en inuit y, en yupik, "aivuk".


Tienen una piel muy gruesa, de entre dos y cuatro centímetros de espesor. La piel de los machos presenta a menudo grandes nódulos, que no aparecen en las hembras. Dado que aparecen en la época de la pubertad, parece ser que se trata de una característica sexual secundaria. El pelo recubre todo el cuerpo, a excepción de las aletas.

Los machos mudan el pelo anualmente, entre junio y agosto, en tanto que las hembras pueden tardar aún más tiempo en mudarlo. El pelaje de la morsa cambia de color con la temperatura: en el agua tienen un color gris pálido, casi blanco, en agua fría, pero adquieren una tonalidad rosada en aguas templadas, debido a la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel y el incremento de la circulación

Lentamene, el enorme bloque de hielo es arrastrado lejos de la costa. Sobre su superficie, decenas de morsas dormitan al sol, sin advertir el movimiento. Pero no todas duermen. Hay un centinela, muy alerta, que percibe el peligro y comienza a mugir ruidosamente como un buey, tras o cual se produce un gran alboroto.

Todo el grupo se pone en movimiento y corre hacia el mar. "Correr" es una expresión un tanto impropia, ya que la morsa no tiene patas, sino cuatro aletas que no le permiten afirmarse bien. Además, un ejemplar adulto llega a pesar una tonelada (buena parte no es más que grasa). Ello hace que sus movimientos sobre el hielo parezcan torpes, cómidos o grotescos.

Pero al llegar al agua se produce una sorprendente transformación. La grasa y el gran volumen de sus pulmones llenos de aire le permiten flotar sin dificultades. El cuerpo rollizo, aunque delgado en su parte anterior a causa de la pequeñez de su cabeza, vence facilmente la resistencia del agua, y las fuertes aletas se mueven en forma coordinada.

Todo esto proporciona a la morsa la velocidad y la agilidad de un pez. Más aún: es capaza de perseguir y capturar cardúmenes de pececillos muy veloces. Su capacidad natatoria está tan desarrollada que puede nadar velozmente, ya sea de espaldas, de frente o de costado.

Cuando las hembras están en el agua con sus crías pequeñas, nadan con las aletas de atrás y sostienen con las delanteras a las morsitas.

A pesar de que está bien dotada para sobrevivir, la morsa no se multiplica en gran medida, debido a la caza de que es objeto. Desde Groenlandia hasta el norte de Alaska, donde habita, provee a los esquimales de carne y grasa como alimento, y de piel, huesos y tendones, que aquellos emplean para hacer sus utensillos.
Es muy raro que la morsa tome la iniciativa de atacar al hombre, pero si es herida por un cazador embiste contra el kayak del atacante, despedaza el bote a dentelladas y arroja a su enemigo al agua. El esquimal tiene sellada su suerte; la morsa lo ataca con sus poderosos colmillos (que llegan a medir 80 centímetros) y la lucha termina muy pronto.

La morsa tiene una gran capacidad de inmersión: puede zambullirse y no respirar durante 20 minutos. Ello le permite alcanzar el fondo y raspar las piedras, de las que arranca crustáceos y moluscos. No se alimenta con las valvas, sino con su contenido.
Entre las morsas raramente nacen gemelos. Los padres cuidan con gran celo a su cría. El macho permanece siempre en las cercanías, alerta a los peligros y activo en la búsqueda de alimento. El maco y sus hembras son muy unidos, siempre dispuestos a enfrentar a los más feroces enemigos, en defensa mutua.
La morsa, que al nacer pesa unos 70 kilos, es amamantada durante un año y medio. La madre la protege, la alimenta y le ensaña a nadar. La dependencia es tal que, si la madre es capturada, el pequeño también se entrega pasivamente, o se deja morir.
El oso polar y la orca son los más temibles enemigos de la morsa. Esta les representa centenares de kilos de carne y grasa. Tanto el oso como la orca atacan a las crías o a las hembras, algunas de ellas desprovistas de colmillos. Pero el macho está cerca y acude velozmente en auxilio.
Se entabla entonces una pelea feroz y sangrienta. A veces gana el oso, principalmente porque posee mayor agilidad sobre el hielo, pero en ocasiones tambien vence la morsa, que lo supera en resistencia, natación... y colmillos.
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