Esta especie de ave que habita en las regiones tropicales de América, es conocida también como tigana, tepozcalcarau, pavito de agua, o garza del sol.
Es esbelta y de andar pausado. Mide de 43 a 48 cm, y tiene un peso de 250 gramos aproximadamente. Pico anaranjado con la base de color negro y el iris rojizo.
El color de las alas es el detalle más llamativo, son de color castaño, amarillo, negro, blanco, oliva y gris con dos franjas castaño y negro; y las despliega en el cortejo. En vuelo, puede verse un ocelo grande y oscuro en cada ala. Los colores luminosos también se usan para sobresaltar a los predadores potenciales.
Frecuenta los arroyos de zonas forestales, en zonas no por encima de los 900 metros mientras caza los peces de la misma manera que una garza.
Forrajean solas o en parejas a lo largo de la orilla en busca de cangrejos de río, larvas de insectos, arañas, ranas pequeñas, cangrejos y pequeños peces. Cazan en silencio con los cuerpos inclinados, prestas a capturar la presa con un rápido golpe de pico. Cuando se las molesta se elevan volando a los árboles. Sus vuelos son cortos.
El nido abovedado se construye en un árbol. Anida entre marzo y junio del hemisferio norte. Ponen dos huevos grandes de color rosado con manchas oscuras.
LEEMOS SOBRE EL AVE DEL SOL
Poco antes de ponerse el sol, se muestras más activa y hambrienta, mientras revolotea sobre la selva, como una gigantesca mariposa colorida. Sue vuelo, de hecho, es lento y suave como el de una mariposa.
Con alas tan anchas y largas como la cola, el ave del Sol encuentra una fuerte resistencia en las masas de aire, que cubre con la amplia extensión de su plumaje. Debería contar con una musculatura mucho más potente de la que posee, para accionar un aparato de vuelo de tales dimensiones.
Pero, como su cuerpo es en realidad relativamente frágil -como el de las mariposas en relación al tamaño de las alas- el pájaro no llega a dominar enteramente el viento y, por eso, permanece deambulando con movimientos inciertos.
A pesar de esa limitación, agravada por la lentitud de los movimientos en el suelo, el ave del Sol no tiene mayores problemas para sobrevivir como especie. La pareja, que al parecer permanece unida durante toda la vida, es bastante prolífica y longeva. Ejemplares mantenidos en cautiverio han vivido más de 20 años.
Hacia mayo, el macho y la hembra incuban tan solo uno o dos huevos, durante cuatro semanas. A los dos meses, los polluelos dejan de depender de los padres, los que, inmediatamente, se preparan para una nueva postura.
Para atraer a la compañera, el ave abre las alas y la cola. Al mismo tiempo, un temblor vibratorio recorre todo su cuerpo, lo que hace vibrar el plumaje, en un caleidoscopio de colores refulgentes a la luz del sol.
La danza del ave del Sol continua durante algún tiempo después del apareamiento, y la excitación perdura durante la construcción del nido, que los dos levantan afanosamente con ramas y barro.
En libertad, el ave del Sol es un animal arisco y agresivo. Pero los polluelos capturados y mantenidos en cautiverio pierden pronto su hostilidad inicial y se amansan hasta seguir a sus dueños.
Aunque amplias, las alas edondas del ave del Sol no son accionadas por una musculatura muy potente. Si percibe a tiempo la aproximación de un enemigo, como el hurón, escapará con un vuelo corto y débil, bajo y poco veloz, pero suficiente para ponerse a salvo.
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