ORDEN: Artiodáctilos
FAMILIA: Suidos
GENERO Y ESPECIE: Phacochoerus aethiopicus
El facóquero o facocero (Phacochoerus) es un género de mamíferos artiodáctilos de la familia Suidae propio de África, cuyas especies se caracterizan por tener cabeza grande, cuerpo en forma de barril y la presencia de verrugas en la cara, lo que les vale su nombre en inglés, warthog (jabalí verrugoso).
Las especies Phacochoerus africanus y Phacochoerus aethiopicus habitan en África, al sur del Sáhara. Prefieren las sabanas áridas y húmedas, evitando desiertos, bosques y montañas. Al contrario que los demás súidos, los Phacochoerus tolera bien la aridez y las temperaturas elevadas.
Los facóqueros poseen una cabeza grande con verrugas características, distribuidas a pares. Los ojos situados en lo alto de la cabeza sirven para vigilar a los posibles depredadores, como el león o el leopardo.
El hocico es largo, y está acompañado de dos pares de colmillos, que se usan para excavar y para defenderse. El cuerpo es grande y las patas cortas. A pesar de eso, es buen corredor. Posee una cola razonablemente larga, que mantiene en posición erecta mientras trota. Un facocero adulto pesa entre 50 y 100 kg. La altura en la cruz está en torno a los 75 cm.
Los facóqueros se alimentan de pasto o de raíces, bulbos y tubérculos que excavan con el hocico, apoyados sobre sus miembros anteriores.
Los machos se disputan las hembras en combates violentos. La gestación es de 175 días, tras los cuales nacen usualmente cuatro lechones, que son destetados a los dos meses. Las crías permanecen junto a la madre hasta el parto siguiente.
Como todos los cerdos, usa el barro para refrescarse y protegerse de parásitos e insectos. Viven en pequeños núcleos familiares compuestos por una hembra y sus crías. Los machos viven solos. A pesar de ser buenos cavadores, los facóqueros no construyen su propias madrigueras: prefieren vivir en las que son abandonadas por otros animales, como el oricteropo.
Los nativos cierran el cerco, y el animal advierte a un enemigo en cada dirección por la que pretende huir: está acorralado. Se vuelve entonces contra el adversario más próximo, bufa, excava el suelo con sus patas delanteras y ataca.
La embestida es veloz para un animal de patas tan cortas. El cazador salta a un costado, y el animal pasa bramando furiosamente. En ese instante, el hombre lo alcanza con su lanza. Si fuese un facóquero más vejo: los que tienen muchos años se tornan solitarios y agresivos, y son capaces de enfrentar a cualquier fiera o de atacar emboscados en los matorrales de las sabanas y llanuras.
Comunmente, sin embargo, el facóquero prefiere amenazar y huir sin luchar. Por lo general, estos mamíferos viven en manadas familiares integradas por una pareja y sus cuatro o cinco crías.
En su incesante búsqueda de alimento, el facóquero se arrodilla, apoya el hocico en el suelo y remueve la tierra. Posee callos en las rodillas desde que nace.
Para remover las raíces que ocultan insectos, hace palanca con el cuerpo: encaja el colmillo en la raíz, se arrodilla y da un vigoroso empujón.
El pangolín sabe excavar mejores cubiles que el facóquero, pero no puede defenderlos. Tras breve combate, el facóquero lo expulsa y se instala.
Aunque es feroz y fuerte, el facóquero no siempre se libra de los numerosos enemigos que lo persiguen. Cercado por una manada de licaones, especie de perros salvajes, es poco probable que logre sobrevivir.
Sus colmillos crecen de la misma forma que los de los jabalíes europeos, pero son mucho más grandes. Las amoladeras (colmillos superiores) crecen exageradamente hacia arriba y hacia adentro, de forma semicircular.
Las hembras tienen las mismas defensas, pero más pequeñas. Otra característica de las hembras es que las verrugas debajo de los ojos son menos visibles.
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