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25 de noviembre de 2010

Monos - chimpancé (Pan troglodytes)

CLASE: Mamíferos -- ORDEN: Primates -- FAMILIA: Hominidae -- GENERO Y ESPECIE: Pan troglodytes).


Es bastante menor que el gorila y, en proporción, tiene el tronco más corto. Los chimpancés adultos de sexo masculino pueden alcanzar, en posición erecta, una estatura que varía entre 1,30 m (que es una medida difícilmente superada por las hembras) y 1,60 m. Todos los machos adultos tienen hombros anchos y tórax macizo, en forma de tonel; el tórax es musculoso, pero no se distingue del tronco. Los brazos, muy largos, cuelgan por debajo de las rodillas y están muy musculados.
El chimpancé tiene el cuerpo recubierto por un pelo liso, ni velloso ni lanudo, generalmente de color negro profundo, pero que en algunos ejemplares aparece con reflejos castaño rojizos y mates. Anda sobre las cuatro extremidades; repliega los dedos contra el hueco de la mano, cuyo dorso, por lo tanto, se halla cubierto por callosidades ambulatorias. Y, en cambio, utiliza el pie, tanto con los dedos plegados como extendidos. Hay que señalar que el chimpancé no consigue mantener durante largo rato la posición erecta y siempre tiende a apoyar las manos en el suelo. El chimpancé, en nuestros días, vive en las grandes selvas ecuatoriales del África centro occidental.




No puede afirmarse que los chimpancés hagan vida social; es muy extraño hallar reunidos a más de cinco, y nunca a más de diez, prácticamente. Se reúnen en grupos más numerosos sólo cuando tienen ganas de jugar y divertirse en compañía. Son animales que construyen sus nidos sobre los árboles, a no excesiva altura, entrecruzando ramajes y ramitas que apoyan en una rama en horquilla, necesariamente sólida. Algunas veces aparece uno de estos nidos en la extremidad de una gruesa rama frondosa, a ocho, diez y hasta doce metros del suelo.



Los chimpancés no tienen vivienda fija. Cambian de residencia según las circunstancias, ya sea para proveerse de alimentos o por otros motivos. Los hallamos con mayor frecuencia en zonas montañosas, tal vez porque las llanuras cultivadas por los indígenas, son siempre menos boscosas y suelen carecer de árboles aptos para la construcción de sus nidos. Generalmente, hay en cada árbol un solo nido o, como máximo, dos, colocados, en este caso, a considerable distancia entre sí.




El chimpancé, en libertad, se sienta únicamente cuando quiere reposar. Si no, está siempre en pie o anda. Si advierte que es observado, se apoya en sus cuatro extremidades y huye velozmente. Es un excelente trepador, cosa que se comprende fácilmente observando la estructura de su cuerpo.


Para divertirse, se deleita lanzándose de un árbol a otro, con una agilidad maravillosa. Se nutre de nueces, fruta, hojas, yemas, y, tal vez, de raíces. Alguna vez se aventura entre los platanales y en los árboles frutales que los indígenas suelen plantar en medio de sus campos de maíz, o bien se detiene en los poblados abandonados por los mismos hasta agotar los frutos de papaya que, en aquellas zonas, se dan en abundancia. Cuando una determinada localidad ya no ofrece suficiente alimento el chimpancé emigra hacia otras zonas, siempre para hallar con qué nutrirse. Es un animal dotado de viva inteligencia y de un inmenso amor hacia su prole.




Para defenderse, el chimpancé es capaz de entablar con el hombre una furiosa lucha cuerpo a cuerpo; si teme ser capturado se resiste tenazmente, rodeando con sus brazos el cuerpo del adversario e intentando morderle con sus poderosos dientes.


El excepcional desarrollo de los caninos, observable en los chimpancés adultos, podría señalar su inclinación a alimentarse de carne. No obstante, los chimpancés se vuelven carnívoros únicamente cuando son domesticados por el hombre. Los dientes caninos, por lo tanto, tienen tan sólo una función defensiva, y cualquier chimpancé que se vea obligado a luchar contra un hombre los usará sin dudar un momento.


En su caracter y en su comportamiento tienen razgos tan parecidos a los del hombre que hacen olvidar la parte de animalidad que, por lo demás, presenta características completamente singulares. Y si su cuerpo es, netamente, el de un animal, su inteligencia no es inferior a la de un niño de corta edad.



El chimpancé tiene grandes dotes imitativas, al igual que los niños cuanto intentan remedar a los adultos: imita, por tanto, con inteligencia y raciocinio. Acepta, de buen grado, las enseñanzas y aprende con facilidad. Se halla siempre ocupado en algo, pero no emprende ninguna tarea si no se siente capaz de llevarla a cabo con éxito, y en todo momento es consciente de sus acciones, que parecen el resultado de una larga reflexión previa.


Entiende lo que se le dice y, a su vez, se hace entender, aunque no sea capaz de expresarse por medio de palabras; para manifestar con gran claridad sus deseos le bastan pocas sílabas y una serie de sonidos muy acentuados. Sabe reconocer los lugares y las cosas que le rodean y tiene conciencia de su condición.



En convivencia con el hombre reconoce la superioridad intelectual de éste y se somete a ella, pero cuando trata con los otros animales tiene plena conciencia de su propia superioridad, especialmente si establece relación con otros monos, a los que considera seres totalmente inferiores. Sabe distinguir los niños de los adultos y, tanto con unos como con los otros, da rienda suelta a su carácter, caprichoso y juguetón.


Inducido por su extraordinario deseo de aprender es capaz de interpretar los sucesos de una manera lógica y, por lo tanto, de sacar provecho de cada nueva experiencia. Es prudente, listo, tenaz en sus deseos, pero no obstinado: quiere tener lo que le corresponde, sin por ello pretender tener siempre razón.


Es de humor mudable: alegre y vivaz hoy, puede ser mañana triste e irascible, según las circunstancias. Se halla muy a gusto con ciertas compañías, mientras otras le aburren. Le placen las bromas de buen gusto y únicamente éstas.



Expresa sus sentimientos como podría hacerlo un hombre: aunque esté muy contento no ríe nunca y se limita a adquirir una graciosa expresión de hilaridad. En cambio manifiesta sus impresiones dolorosas acompañando las expresiones del rostro con lastimeros sonidos de los que resulta fácil captar el significado porque tienen mucho de humano.


Toma cariño a quien le trata con benevolencia y es muy poco amable con los demás. Si está afligido por algún motivo, parece estar desesperado: se tira tierra sobre el dorso, se golpea con las manos y con los pies, se arranca y enmaraña el pelo. Indiscutiblemente existen otros monos de facultades intelectuales parecidas a las suyas, pero en el chimpancé estas facultades siempre encuentran una manifestación límpida, explícita y casi humana.

El chimpancé es tan torpe y pesado al andar como ágil en cualquier otro movimiento. Generalmente camina a cuatro patas, manteniendo el cuerpo ligeramente oblicuo, como todos los monos antropomorfos. Si, en cambio, transporta alguna cosa, se levanta hasta adquirir una posición casi erecta, apoyando en el suelo solamente una mano y andando con rapidez. Anda sobre sus dos patas traseras sólo en casos excepcionales.


Es empero al trepar cuando desarrolla toda su agilidad; puede decirse que trepa como un hombre, en lugar de hacerlo como un animal. Es también extraordinario en cualquier ejercicio acrobático: se sujeta con los brazos a una rama o a cualquier otro sostén para exhibirse en larguísimos saltos que lo llevan de rama en rama; salta muy bien, pero sólo cuando está seguro de que puede hacerlo.

LEEMOS EN "NATIONAL GEOGRAPHIC" (Febrero 2010, fragmento).


Cuando los chimpacés salvajes encuentran humanos, suelen huir despavoridos. Es normal, dado que la relación entre las dos especies siempre ha sido de presa y depredador. Esa desconfianza hacia los humanos es uno de los motivos por los que resulta tan difícil estudiar a los chimpancés en libertad. Antes de empezar a estudiarlos, hay que acostumbrarlos a no salir huyendo cada vez que ven a una persona, un proceso de habituación que requiere muchos años de seguirlos pacientemente por el bosque.


Una cosa que nadie espera que un chimpancé no habituado haga cuando se encuentra con un humano es llamar a todos sus compañeros. Pero eso fue exactamente lo que sucedió. Al cabo de un momento apareció otro chimpancé. Después un tercero, y al instante, un cuarto. Poco a poco, las copas de los árboles se fueron llenando de gritos frenéticos. Puede que Morgan y Sanza fueran los cientìficos, pero eran los chimpancés los que se comportaban como si hubieran hecho un gran descubrimiento.


El grupo se quedó toda la noche en las ramas, sobre el campamento, observando con gran interés como los investigadores encendían el fuego, montaban las tiendas y preparaban la cena.

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